Faith Healer Review: Brian Friel Revival pone a prueba la fe de su audiencia el teatro

tSiempre se aplica a Frank Hardy, el curandero en la obra de Brian Friel de 1979. La fe es el sanador. El público se reúne en una de esas salas, encima de un pub, y espera quedar hipnotizado por su actuación. Recuerda sus viajes por pueblos remotos de Gales y Escocia con su esposa Grace y su gerente Teddy. Para algunos, aparentemente, cura milagrosamente sus dolencias. Para otros, en realidad es sólo una actuación. Chikanri, lo llamaba su suegro.

Esta ambigüedad es el truco confuso de la obra de Friel. Aquí, sin embargo, la actuación de Colin Connor hace que la timidez de Hardy sea muy enfática. Un traje de gran tamaño que cuelga como un “Estandarte desgastado” que lleva su nombre, se arrastra tan inquieto como si estuviera tratando de sacudirse de su propio cuerpo. Incluso el resplandor de la luz parece cruel y expuesto. Se manifiesta el autodesprecio; Lo que no lo es es una fuerte sugerencia de que puede ser inexplicablemente capaz.

El director David Thacker coloca hábilmente a Grace de Vicky Binns y a Teddy de Rupert Hill en la audiencia, de modo que ambos personajes la observan actuar y tratan de encontrarle sentido. Cuando les llega el turno del soliloquio, sus relatos entran en conflicto. Los tres personajes luchan por evitar la dolorosa verdad sobre la muerte de un niño y el eventual y fatídico regreso a casa de Hardy.

Binns da una dimensión física, aunque exagerada, a la afirmación de Grace de haber sido “borrada” por sus mentiras. Tiembla y convulsiona, cada convulsión sugiere que su veneno lo recorre, como si su “trastorno sanguíneo” fuera obra suya. El equilibrio más equilibrado es la actuación tranquila y paralizante de Rupert Hill como gerente, que sugiere un hombre sorprendido por el desconcierto y el acto egoísta de Hardy.

El ritmo de la producción de Thacker es demasiado constante, por lo que los monólogos densos y divagantes de Friel a veces se convierten en fragmentos de discurso. Pero a medida que el elenco nos cuenta una historia tras otra, examinando los ojos de la audiencia, queda claro lo que están buscando: nuestra fe.

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