St. Nicholas Review: la historia de vampiros de Conor McPherson te deja con ganas de más | el teatro
tSu monólogo menos animado de Conor McPherson comienza con la crisis de la mediana edad de los hombres, pero avanza en una dirección que es mucho más desconocida y atractiva. Un hombre se sienta ante nosotros contando su historia con la intimidad de una confesión. Es un crítico de teatro radicado en Dublín, interpretado por Nick Danan, inquietante y hambriento de poder, aunque no tan villano como el crítico de teatro de Ian McKellen en The Critic de Patrick Marber. Habla de su bebida, su distanciamiento de su familia y su búsqueda de una historia que lo eleve a la lista de artistas que envidia.
Por un tiempo, pareció que se trataba de poco más que una discusión con punta de ácido contra los periodistas. Pero el monólogo de McPherson se calienta cuando se adentra en territorio sobrenatural. El escenario es como una historia de fantasmas, pero con un elenco de vampiros misteriosos que no matan a la gente, sino que se alimentan de ella por la noche, como si lo hiciera un crítico de teatro. El narrador es reclutado para recuperar sus presas y está dotado de hechizos para atraerlos de regreso.
Originalmente puesta en escena en 1997, dirigida por Brian Cox, su vampiro central William, que es guapo y humano, presagia a Edward Cullen de Stephenie Meyer (interpretado en pantalla por Robert Pattinson) de la serie Crepúsculo.
Dirigida por Ed Hulme, Danan cuenta su historia desde un taburete de un bar, con una cortina roja descolorida detrás de él, como si estuviera realizando un espectáculo de un solo hombre. Es un narrador nítido y cautivador, que aporta intensidad y tensión que te mantienen aferrado a sus palabras.
Bien podría ser una obra de audio porque en el escenario no pasa nada. Toma un tiempo darse cuenta de que esta narración está diseñada para activar la imaginación de su audiencia y que no importa que haya tan poco movimiento.
El guión de McPherson construye ingeniosamente el drama, pero quizás plantea demasiadas preguntas en torno a la naturaleza seductora del amor, el arte, la humanidad y el poder. Y el final no tiene mucho impacto ni giro, a pesar de que Danan nos mantiene enganchados hasta el final.
Esta criatura demuestra ser más un parásito que los vampiros y finalmente muere una vez que se alimenta de ellos. Es una crítica condenatoria a los críticos calificándolos de parásitos, en cierto sentido incluso más aterradores que los vampiros.
Es un cuento extraño y magnético para la temporada festiva, brillantemente interpretado, que tiene historias dentro pero también un poco de grasa en sus huesos. Te deja con ganas de más, tal vez porque este mundo vampírico es muy seductor, mucho más que el propio narrador.









